Conferencia Prof. Juan Carlos Carrasco

Antes que nada tengo el placer de estar aquí entre ustedes y agradecer a quienes me han invitado a participar.

Al comienzo de este Seminario se nos entregó un documento que yo considero que es realmente brillante. Es un Documento sintético que dice todo lo que hay que decir con respecto al tema que nos ha convocado: la familia.

De su lectura comprobé que coincido totalmente con dicho documento particularmente cuando dice " si respondiéramos al porqué del tema diríamos que últimamente mucho se ha hablado y mucho se ha escrito sobre la familia",

Esto es real. 

Hace unos siete u ocho años revisando documentación de UNESCO y de la OECD me encontré con mucho material en el que se hablaba, se convocaba y se jerarquizaba el tema de la familia a los efectos de enfrentar la problemática de ciertos aspectos de la sociedad actual. Me llamó la atención puesto que era por primera vez en las últimas décadas que encontraba tanta abundancia de material sobre dicho tema. Posteriormente comprobé la existencia de una abundante producción al respecto, últimamente, bajo la forma de artículos, libros, etc.

Creo que actualmente se están dando dos fenómenos paralelos a nivel de nuestra sociedad contemporánea: por una parte se trata de una sociedad que responde a la instalación de un modelo económico, social, educacional, de producción y político propuesto por la Comisión Trilateral ( Estados Unidos, Europa y Japón) a partir de comienzos de la década del 70, que luego se conoce con. el nombre de Neoliberalismo y también, por algunos, de Neocapitalismo. Se trata de una reformulación del sistema capitalista que conlleva una propuesta de reforma política del Estado, del sistema de producción y del sistema educacional, con el propósito de revitalizar y dar continuidad a la democracia, que en ese momento fue considerada en situación de riesgo.

Toda esta compleja reformulación ha generado una situación de crisis y turbulencia social vivida por la gente con fuertes sentimientos de perplejidad, desconcierto y temor. Es en el seno de dicho contexto que retorna el tema de la familia.

Lo expuesto anteriormente trae a mi recuerdo una situación semejante vivida hace casi tres décadas atrás, en la que, a propósito también de una crisis y turbulencia social, que generó los mismos sentimientos antes anotados, aparecieron movimientos sociales tales como aquellos que se denominaron Tradición, Familia y Propiedad en nuestro medio o Patria, Familia y Propiedad en otros países, y también actos de toma del poder del Estado en cuyas plataformas el tema familia se encontraba realmente jerarquizado. Todo ello fue como una suerte de recuperación mesiánica del orden social y reinstalación de instituciones que se suponía restauradoras de un equilibrio social perdido.

Frente a todo lo anterior uno se pregunta por qué surge el tema de la familia cuando existe la conjunción de problemática social, crisis económica y política con su secuela de miedo, desconcierto y amenazas de riesgo.

En el momento actual asistimos también a una abundante producción proporcionada por historiadores y antropólogos que nos informa sobre las modificaciones y transformaciones de la familia en el curso del tiempo. También desde nuestra propia observación podemos comprobar la existencia de grupos de personas que se consideran familia pero cuya constitución difiere del modelo de familia nuclear de principios del siglo XX y de la Sagrada Familia ( coincidencia notable de dos circunstancias históricas diferentes): madres y padres solos con sus hijos, formación de nuevas parejas con hijos propios y de sus respectivas uniones anteriores, etc. Este conjunto de nuevos agrupamientos que se auto-consideran familia genera una seria dificultad para definir el concepto de Familia. Del mismo modo la variabilidad del proceso de un mismo grupo familiar en el curso de su existencia agrega aún más dificultad al respecto.

Yo confieso que habiendo intentado estudiar bastante detenidamente el tema y buscado un punto de apoyo para poder darle forma sustantiva al concepto Familia me ha parecido que el referente más preciso, más permanente, es la constitución de la pareja humana. Por eso me pareció que lo más simple y quizás para muchos como de "perogrullo" es que el concepto de familia nace en el momento de constitución de la pareja y su proyecto de procrear, consolidado a través de un tiempo de vida compartido con experiencias y vivencias que configuran el sentimiento de vida familiar compartida. Subrayo el fenómeno de vida compartida, experiencias comunes, sentimientos de apoyo y unión a través del tiempo lo que podría configurar el concepto de LO FAMILIAR.

Quizás puede contribuir a apoyar lo antes dicho, el hecho de que el significado más primitivo del término latino FAMILIA comprendía al jefe con su mujer, su prole y sus sirvientes, compartiendo una vida en común.

Ahora tal vez es el momento en que puedo retornar a lo dicho al comienzo cuando comprobábamos que la idea de familia surgía colectivamente como un concepto restaurador de orden y seguridad en ocasiones que el contexto de existencia plantea situaciones altamente desestabilizadoras, y plantea además estados de alerta a veces de algo parecido al pánico o al miedo profundo. Por ello todo nos hace pensar que la idea de familia nos remite, expresado en términos psicológicos a una construcción cognitiva y vivencial, o sea a una cognovivencia que posee un elevado contenido simbólico de orden, seguridad, protección, límites precisos y vivencia interna de valores y principios, todo lo cual nos garantiza paz, tranquilidad, justicia, calor, recogimiento, etc., etc.. Por esto creo que aparece la invocación a la familia en épocas de crisis...

Dicha construcción mental Familia, opera como representación psicológica, como imagen psicológica, estructurada, firme y estable en el espacio imaginario colectivo y también en cada uno de nosotros en el espacio imaginario personal o individual. Se trata de una representación elaborada y generada por el curso de la tradición en el seno de nuestra cultura o en el seno de cualquier cultura.

Ahora bien, por otra parte existe la familia real y concreta, la familia de carne y hueso presente en nuestro ámbito actual de vida cotidiana. Esta otra familia, por último familia real, con la que interactuamos todos los días, sabemos que padece dificultades y también sabemos que transita por situaciones de riesgo que habitualmente escapan a sus posibilidades de control, no sólo en nuestro país sino en forma generalizada. Son dificultades por la incidencia de factores externos que operan tanto sobre los adultos como sobre los menores pero que en definitiva, dada la interactuación del sistema relacional familiar, resultan ser factores de perturbación global de dicho grupo. Éstos factores de problematización ya han sido tratados e individualizados ampliamente en el curso de este Seminario, por lo cual me parece abusivo explayarme sobre esto. No obstante, aunque brevemente, me gustaría recordar algunos de ellos porque viene al caso para nuestra reflexión.

Me refiero en primer término a factores de carácter económico incidentes sobre el grupo familiar: más allá de la angustia económica, el desempleo, el subempleo, el multiempleo, generan por su parte situaciones de frustración, rabia, desesperanza, desaliento y sobre todo la depresión que caracteriza a nuestro tiempo, no solamente en el Uruguay sino también en otras regiones, a veces enmascaradas por negaciones hipomaníacas. Aún en los países más desarrollados el fenómeno depresivo subtiende a un estado de aparente normalidad, puesto que el modelo que sustenta el desarrollo económico como objetivo, genera fuertes componentes de competitividad cruda, desconfianza y stress que malogran una convivencia gratificante y fraterna. La sensación de alarma y de mundo hostil produce a su vez la necesidad de un incremento del ritmo existencial y de protagonismo, perfil alto y un concepto del éxito creado por los modernos modelos de identificación imperantes. Toda esta fenomenología conduce a una falta de tiempo de los adultos para dedicarle a los menores, también falta de energía y fatiga que repercute en la educación y cuidado de los mismos, con la consecuente sensación de soledad, supuesta falta de protección y cariño. 

También aquí se habló de la incidencia de los medios de difusión, con su carga de violencia propulsora de modelos relacionales poco constructivos, incitación al consumo de bienes innecesarios y entronización de nuevos héroes hermosos, jóvenes y poderosos, como modelos de identificación, etc. 

Me parece legítimo apelar a la familia en épocas de desconcierto, incertidumbre y amenaza de riesgo, pero el problema está en que se invoca a la familia real a través de la idea que tenemos de la familia en el espacio imaginario, o sea, familia real y el "otro yo" de la familia, es decir, aquel que teníamos en el espacio imaginario signado por el deseo, la tradición y la cultura. Dicho de otro modo, estamos apelando a una familia real debilitada como agente restaurador, con la idea fantaseada de la familia vigente en el espacio imaginario colectivo. 

En este momento he trabajado, el tema familia pero sin dejar de apuntar a la preocupación que su pone la existencia de los menores que integran el contexto familiar. Esto nos introduce en otro punto que deseaba desarrollar. Se trata del tema educacional. 

Todos sabemos que educar significa socializar y por consiguiente podemos sostener que la familia real debilitada no se encuentra sola en su tarea socializadora puesto que contamos además con el sistema de educación formal vigente en nuestro país. El Sistema Nacional de Educación es también un instrumento esencial para llevar adelante el proceso de socialización. Cuando se habla de la familia como instrumento de socialización a menudo no se tiene en cuenta que familia y sistema de educación formal son un continuo que persigue los mismos objetivos y tal vez la educación formal cubre un espacio muy importante puesto que muchos niños transcurren lo cotidiano más en contacto con sus educadores que con sus padres.

Pero aquí nos encontramos con otro problema. El Sistema Nacional de Educación Formal también se encuentra debilitado. Este sistema ya no tiene la incidencia que tenía en otras épocas en lo referente a su tarea de socialización. La influencia de los contenidos de la educación informal sobre el proceso de socialización a través de su alto grado de seducción ( televisión, radio, letras de canciones de gran éxito entre niños y jóvenes, etc.) le han quitado espacio a la educación formal y a la familia por lo cual se hace imperioso y urgente rescatar para estas dos instituciones su inalienable espacio de formación. Tanto la familia como el sistema educativo formal tienen potencialmente una equivalente y complementaria capacidad de resiliencia siempre que se los apoye y fortifique. Sobran argumentos para afirmar lo anterior. 

Cambiaré ahora un poco el rumbo de esta comunicación con el propósito de expresar mi opinión sobre un punto que se encuentra de manera bastante generalizada en el seno de la literatura actual que trata de la familia. Se trata de la afirmación respecto al fin de la familia tradicional, nuclear y patriarcal.

 Aunque admito que existen buenas razones para plantear las cosas de esta manera y del mismo modo sostener que se producen transformaciones que tienden a la configuración futura de nuevos modelos de agrupamientos, considero que dichas afirmaciones se sustentan en serias comprobaciones coyunturales y sectoriales sin atender más detenidamente la presencia actual e histórica de fuertes corrientes inductoras de tendencias de valoración y determinación conductual cuyo origen y motivación valdría mucho la pena desarrollar, analizar y profundizar con mayor extensión , cosa que la limitación natural de tiempo y espacio no me lo permite en este momento. Por otra parte, la realidad nos muestra no sólo en lo nacional como también en lo mundial, la existencia de mayoritarios sectores de población que en sus deseos, intenciones y hechos se aferran a los modelos tradicionales de familia aunque en la practica del modelo puedan incurrir en severas transgresiones.  

También es posible comprobar que en aquellos casos de nuevos modelos de agrupamientos se consideran a sí mismos familiares y, de una manera u otra, se cumplen roles al estilo de familia tradicional. Creo que estas comprobaciones nos obligan a profundizar en el desglose de lo que puede ser coyuntural (aun cuando se trate de extensos períodos de historia) de lo que responde a fuerzas estructurantes de la persona que, aún con cierta flexibilidad adaptativa, conservan núcleos sustantivos constantes a través de los tiempos y circunstancias. 

Aquellos que durante muchos años hemos actuado sobre terreno sin habernos aferrado a nuestros esquemas tomados de la psicología sino, más bien, atendiendo prioritariamente a lo que la gente demuestra querer, sabemos el valor y significado que tiene para el niño, como algo que nace muy natural y de adentro, la irremplazable imagen de "papá y mamá". Considero que esto no puede ser obviado, por su fuerza de realidad, en todo análisis sobre el tema. 

Teniendo muy presente lo anterior vuelvo ahora al tema de la pareja humana.

Ante la complejidad que hoy plantea el análisis y consideración de la institución Familia, expresar que todo comienza cuando se constituye la pareja parecería que es simplificar demasiado la cosa. No obstante, creo que en lugar de simplificar, aunque así parezca , se trata de encontrar la punta de esta compleja madeja que comienza con la constitución de la pareja y luego con la presencia de su prole.  

Obviamente no todas las uniones de ambos sexos tienen como destino la formación de una familia. Todo dependerá de su proyecto y de la existencia y naturaleza del vínculo que las une. Pero cuando estamos en presencia de un grupo humano que se considera familia es también obvio e incontestable que todo comenzó con la constitución de la pareja a través de un vínculo. 

Como se verá utilicé la palabra vínculo (más allá de la complejidad que este término reviste en los ámbitos de la psicología académica) porque, hoy por hoy, no es fácil hablar de amor, ya que este sentimiento no es moneda corriente y cuando uno hace referencia a él, en el discurso académico, se corre el riesgo de ser considerado cursi. 

No obstante considero necesario referirme y colocar énfasis sobre el amor en la relación de pareja puesto que, según pienso, dicha relación de amo: en su real sentido y significado determina la fortaleza y solidez de todas las relaciones al interior del grupo familiar y le posibilita transitar por todos los avatares de su vida cotidiana salvando contratiempos.

No creo necesario ni pretendo definir ni analizar el sentimiento de amor, puesto que aquel que una vez lo haya experimentado sabe de qué se trata.

Entiendo que toda metodología de acción que tienda al fortalecimiento de la familia como instrumento de resiliencia, debe apuntar ineludiblemente a despejar los factores que han incidido e inciden sobre la pareja humana: respecto a su proceso de constitución y la naturaleza de su vínculo.